Cuando te conocí me dieron un globo. Un poco sin querer, yo lo fui hinchando e hinchando hasta que un día me hiciste anudarlo. Me diste una caja de zapatos y me dijiste: "guárdalo en la caja". No cabía y cada día yo solo quería coger un alfiler, explotarlo de golpe y guardar los pedazos que quedasen de él. Pero no puedo. Tengo que esperar y dejar que se vaya deshinchado poco a poco, él solo.
Acabará entrando en la caja pero todavía le quedará aire dentro. No me importará porque ya no lo veré.